Ahora bien, si piensas en lo opuesto, sería un estanque. Cuando tú ves un estanque, normalmente no ves vida, animales ni hierba verde; empieza a producir enfermedades, empieza a llenarse de moscas, de insectos y se pudre. No hay vida donde hay estancamiento. Y precisamente por eso es urgente que tú salgas de cualquier estancamiento que tengas en tu vida, porque allí no hay vida, hay muerte y Dios es el Dios de vida, no es Dios de la muerte.
Dios quiere que todo lo que haga a través de tu vida produzca más vida. Necesitamos ser como un río. Y para ser como un río necesitamos tener una fuente inagotable de agua. Un río no depende de las circunstancias externas. ¿Por qué? Porque tiene una fuente de agua que no se agota. Pero el estanque no tiene una fuente de agua. Muchos, tristemente, hoy están viviendo vidas así, estancadas, y la vida que un día tenían y el brillo en sus ojos y la pasión con que hacían las cosas se ha ido perdiendo, agotando, cayendo y destruyendo. Eso no es lo que quiere Dios para ti!
Si nos conectamos a la fuente de agua viva que no cesa, entonces vamos a ser como ese río que está en constante movimiento y que está produciendo vida en todo lo que hace. Cuando hay estancamiento, lo que sucede es que se pierde la esperanza, y no solamente para ti, sino también para los tuyos porque pierden la fe y los sueños de algo mejor y traes desilusión para ellos. Dios te ha llamado para ser un iniciador de cosas, para ser alguien que provoca un impulso, no que se queda estancado.